lunes, 19 de agosto de 2013

¿Por qué tememos lo desconocido y nos inquieta lo diferente?

Hace tiempo me puse a pensar en que todos los miedos generan los mismos sentimientos: angustia, pánico, incomodidad, rechazo y hasta odio.

Así, la gente que teme a la oscuridad, a estar en espacios cerrados, al vacío, a las multitudes, a lo extranjero, a lo extraño, al diferente, a lo opuesto, a los insectos... actuarán del mismo modo (o parecido) estando en contacto con los factores que desencadenan su miedo.

Principalmente tratarán de evitar esas situaciones que les aterra, si no es posible, intentarán huir de ellas, si no es posible, perderán la calma, gritarán, o incluso algunos tratarán de agredir al agente que provoca su miedo. El niño encenderá la luz ante la oscuridad, el xenófobo golpeará al extranjero, el homófobo insultará al homosexual, el claustrofóbico golpeará las puertas del ascensor en el que se ha quedado encerrado para tratar de salir, el sacerdote ejercerá un exorcismo, el creyente se santiguará frente al ateo, el ateo se reirá del creyente, el entomófobo aplastará a los insectos...

Los menos agresivos sustituirán el desconcierto que les produce las situaciones de pánico usando tótems, objetos (o acciones) que les ayuda a sobrellevar esa situación.
Cerrar los ojos es una de las acciones más frecuentes ante un peligro inminente.
El niño se meterá debajo de las sábanas de su cama.
Habrá quienes usen patas de conejo como amuletos, otros encuentren fuerzas en una foto, en un trozo de madera, en la biblia, un muñeco, una canica, una moneda o una prenda de vestir... cualquier objeto que les pueda ayudar a superar ese miedo al que se enfrentan, o que les reconforte hasta que el agente de pánico acabe desapareciendo.

Bien, si todos los miedos generan los mismos sentimientos y los mismos patrones de conducta, pensaba, debía ser porque todos los miedos respondían así mismo a un único factor que los provoca. LO DESCONOCIDO.

El niño llena el vacío que le produce el desconocimiento del funcionamiento de un reproductor de música imaginando que dentro hay seres diminutos que componen la música.
Nuestros ancestros llenaban de seres mitológicos sus vidas para explicar los fenómenos meteorológicos.
El miedo a que haya cosas que se escapen de nuestro control, que existan por sí mismas y actúen por propia cuenta nos hace crear normas que las haga comprensibles, entendibles, predictibles o incluso controlables.
La astrofísica hace comprensible el universo. El esoterismo trata de hacer más comprensible nuestros estados de ánimo y los factores que interfieren en él. La psicología y psiquiatría da nombre y patrones a encantados, hechizados o poseídos. Las creencias, como el niño que fantasea, es la forma más rápida y cómoda para hacer sentir conocido algo desconocido. Y la gran mayoría rechazamos la versión química del amor, que mata toda su magia, para seguir confiando más en la atracción irrefrenable de energías que chocan fortuítamente.

Sea como fuere, la acción más fructífera para superar un miedo es tratar de conocer el factor que lo genera, acostumbrarse a él, y superarlo, conociendo sus patrones, su comportamiento y dejando de ser una amenaza para nosotros.

El miedo es un instinto animal, un estado de alerta natural que tenemos para que nuestra especie, como todas las especies animales, subsista.
Conocer el medio (que no el miedo) también es algo natural. La curiosidad es visible en muchas otras especies animales.
La agresión, en tanto que somos seres racionales, a estas alturas no debería ser una opción. (Otra cosa sería usarla en defensa en situaciones justificables).

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