jueves, 19 de septiembre de 2013

Educación en el uso de tecnologías para evitar ser víctimas.

Sebastià Serrano, matemático y lingüista, catedrático en la Universidad de Barcelona, dijo una vez en clase (a raíz de su teoría del "cerebro planetario") -"las nuevas tecnologías sirven para acercarnos a aquellos quienes tenemos lejos, pero nos alejan de aquellos quienes tenemos cerca"-.

Ciertamente, casi da pena ver el lastimoso paisaje que se dibuja con cada vez mayor frecuencia por la calle, por el metro, incluso en bares, restaurantes... Gente que ya no mira a la gente, personas que no tienen ni siquiera la vista puesta al frente. La gran mayoría enganchados a la pantallita de su teléfono móvil, todos y cada uno de ellos en su isla particular, a miles de kilómetros de las personas que tienen a tres palmos.

Posiblemente estemos destinando más tiempo a socializar por la red que a hablar con nuestros propios vecinos. Probablemente, muchos ni siquiera sepamos nada de ellos. A qué se dedican, cuales son sus gustos, la última película que vieron o sus problemas. Es más, parece ser que la forma más rápida de saber sobre nuestros vecinos es leyendo su perfil en Facebook.

Todo esto tendría fácil solución, restringir el uso de la tecnología, pero, parece ser que los valores están cambiando de forma rápida y casi violenta.
El que pasa más tiempo enganchado en la red ya no es un "matao", un "pringao", un "sin vida social", un "antisocial", un "rarito", un "nerd", un "freaky" o un "bicho raro". Nada de eso. Ahora quien domina la red y se pasa horas y horas frente al ordenador es un "gurú del youtube", "maestro de las redes sociales", "líder de redes", "líder de masas", un referente.

Y es que te ametrallan tanto con lo de "para eso... tienes que tener un perfil en...", "no aceptamos currículums en papel, tienes que enviárnoslo por e-mail", "¿Publicar algo? Renuévate, el papel ya no se consume, ahora todo va por pdf. Ya no se leen libros, se leen e-books", "¿me das tu face?", "¿tienes whatsapp?", "¿Televisión? Miro lo que me apetece por internet", "es más fácil triunfar colgando videos en youtube que cantando en el metro"...

Cuando las editoriales se pasan al lado virtual, cuando las compras se hacen a distancia, cuando los billetes de avión, tren, autobús, se compran desde internet, cuando las noticias las lees en "blablabla.es", o sigues la fórmula 1, o pillas señal de un partido de fútbol "no televisado", cuando las transferencias y transacciones bancarias se hacen sentado y desde tu ordenador, desde que cambias tu modalidad de contrato de telefonía, hablas con la familia y amigos por skype, intercambias opiniones, información, ligas o consigues descuentos en restaurantes, espectáculos, o te enteras de las fiestas de pueblos, barrios, de centros culturales gratuitos... Cuando una sociedad tan sumamente consumista como la nuestra te obliga a dejar de ver las estrellas del cielo porque te las enseña por una pantalla, estás atado. La comodidad ha hecho que la era digital extinga cualquier resquicio de resistencia analógica.

Pero todo ello encierra grandes peligros, mucho mayores que la gran dependencia a la que nos vemos sometidos.
Hablo de la corrupción de menores por internet.
Me dejó totalmente perplejo ver en las noticias como un hombre (por llamar de algún modo a ese inhumano) había contactado con menores de entre 10 y 13 años por chats, haciéndose pasar por chica, obligándolos a desnudarse y masturbarse por webcam para él, con las amenazas de difundir sus fotografías, anteriormente demandadas, por la red si no lo hacían.
Gracias a dios a ese tipo lo pillaron, pero hasta para ello la policía ha tenido que adaptarse y crear un cuerpo especializado en crímenes y delitos por la red.

Parece ser que la concepción del mundo está cambiando y nos dirigimos a algo más parecido a ciencia ficción que a realidad, a algo más parecido a la película de "los sustitutos" que a gozar de una libertad más sana, en la que nuestros músculos no se atrofien y nuestros dedos no muten en articulaciones hipertrofiadas.

Por todo ello, y muy especialmente por la protección de nuestros menores, pido un mínimo de educación para el uso de las tecnologías y algo de sentido común. Pido, que a los niños no se les dé teléfonos móviles y ordenadores para que se queden callados mientras nosotros nos dedicamos a nuestras memeces en lo que los chavales andan distraídos. Pido enseñarles bien qué es internet, que debe ser una herramienta para facilitarles la vida, no unos grilletes para esclavizarlos. Pido sensibilizarlos para evitar posibles ataques de seres de intenciones malvadas, del mismo modo que se les decía antaño "no hables con desconocidos" o "no aceptes nada de desconocidos", hacer lo mismo. Pido un mínimo de supervisión, hasta que sepamos que son capaces de usar la red de forma sensata.

Hay enfermos cuya podredumbre mental son capaces de ocultar fuera, pero amparándose en el anonimato, en la ocultación, en escudarse tras la pantalla que no permite mostrar su aspecto, por la red son capaces de desplegar su más amplio arsenal de degeneración y mal fechoría.

Si les enseñamos a cruzar la calle en verde, a mirar por los dos lados antes de cruzar, a cogernos de la mano, a no meterse en charcos que podrían ocultar agujeros... ¿Cómo no enseñarles a no entrar en según qué página o a que en un chat hasta la bruja malvada puede ir disfrazada de blancanieves?

Por suerte esto a mí me pilló a las puertas de la mayoría de edad y siempre seguí una máxima: "De lo que no veas, no te creas nada, y de lo que veas, créete solo la mitad".

Gesto cotidiano.

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