sábado, 22 de marzo de 2014

Siglo XVIII, la ilustración.


Época del saber enciclopédico, de la universalidad, la gente que tenía conocimientos parecía estar obligada a conocerlo todo y opinar de todo, hacer tratados de todo, críticas, cánones, explicaciones y compilaciones de datos e información de forma ciclópea.

Los hombres de ciencias reunidos trataban de reunir todo el saber por escrito para luchar contra el oscurantismo de las religiones o de los políticos. De ahí que trataran de ilustrar más que adoctrinar. Mostrar más que enseñar.

Es un siglo en el que también el poder del conocimiento queda reservado, en algunas ocasiones, en círculos cerrados... como las logias.
Los masones recelan conocimiento y el compartirlo con el resto del mundo se hace algo difícil (cuando no imposible sin filtraciones), por lo que a cierto sector se le empieza a conocer como los "illuminati", portadores de la luz y controladores del otro poder, la sabiduría.

Pero lejos de entrar en la polémica de si este grupo de personas de gran poder intelectual llegaron a existir, si Walt Disney lo era, de si Madonna inicia rituales a Bafomet, o si Michael Jackson era reptiliano... hablaré de otros hombres que sí existieron y sí hicieron mucho por que el mundo del siglo dieciocho evolucionara.

Como Benito Jerónimo Feijoo, monje benedictino que pronto se ganaría sus detractores por sus ideas evolutivas y su desvinculación espiritual hacia un lado más científico.
Ensayista y polígrafo español, se decantó por la postura empirista de Francis Bacon y coqueteó con el eclecticismo y el escepticismo, llamándose a sí mismo "ecléctico o escéptico mitigado".
Entre sus obras, Teatro Crítico Universal o Cartas Eruditas y Curiosas, explica toda suerte de conocimientos, personales y adquiridos, no sin cierto toque irónico, en el que deja especialmente su huella con "El no sé qué", en el que explica como una mujer de campo, desaliñada y vestida con harapos puede llegar a gustar a un cortesano porque tiene ese "no sé qué", que no se puede explicar (y aun así lo intenta).

O sobre Gaspar Melchior de Jovellanos, cuya reforma en la ley agraria supuso la desvinculación de tierras en propiedad de la iglesia o grandes mayorazgos que no usaban para poder darlas a quienes la pudieran cultivar y sacarles un rendimiento y provecho.
Tocó poesía, teatro, aunque es conocido más por sus ensayos políticos desde el espíritu reformador del Despotismo Ilustrado (todo por el pueblo pero sin el pueblo).

Pero las figuras más ilustres de la época acunaron el Despotismo Ilustrado desde Francia. Grandes pensadores, filósofos, ensayistas y científicos a la orden de la felicidad de la naturaleza humana y el buen gobierno.
Thomas Hobbes y su crítica al estado incapaz de madurar en Leviathan.
Charles de Secondat, barón de Montesquieu, quien fue el ideólogo de la separación de poderes del gobierno en legislativo, ejecutivo y judicial, y su célebre frase "las leyes tienen sus leyes".
Voltaire, quien creía en una figura divina, establecía que el pueblo debía tener una jerarquía y estar gobernado por los que mejor preparados estuvieran.
Y Rosseau, que trató de poner las leyes en favor de las libertades y quien decía que la libertad era el cumplimiento de las leyes.

Era una época de los grandes círculos, la vuelta a la naturaleza, los jardines grandes y asalvajados, Versalles, los espejos, las grandes cortes, las potencias portuarias, los piratas, los mosqueteros, cardenales con poder y conspiraciones, los elegantes vestidos con volantes y volutas voluptuosas y pelucas extravagantes... música de cámara, Mozart y Austria y Francia unidas y peleadas según intereses. París como capital del mundo, Viena como segunda capital. Luz de gas, velas e ideas sin electricidad. Escrituras en pluma y tinta china... elegancia, modales y convenciones adquiridas para diferenciarse de la plebe. Refinamiento y exquisitez.


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