martes, 24 de marzo de 2015

Ficciones (1): Los malaventurados se sienten negativos.

Ficciones trata de ser una pequeña serie de escritos ficticios desde la perspectiva de diferentes personajes, con sus inquietudes, pensamientos, quejas, sensaciones y sentimientos. Cada capítulo es una visión diferente de una misma realidad.
La imagen que ilustra la historia al final es un paisaje afín a la personalidad del personaje que relata su vivencia.


Todos parecían agradables y sonrientes conmigo, aparentaban una forzada amabilidad mientras me daban la bienvenida a mi nuevo trabajo a las afueras de Barcelona, en lo alto de la Diagonal.
Confortables sillas, ventanales amplios y la suerte de poder mirar a través de ellos para deleitarse con el ir y venir de la gente, el suntuoso moverse de la naturaleza nímia de la zona y poco más en un envolvente marco gris. Una gran mesa, eso sí, con un potente ordenador... casi podría sentirme afortunado con aquel cargo, con aquel material, en aquel edificio de aquella empresa editorial.

Ángeles no tardó en volver a merodear mi espacio con una sonrisa envolvente y unos ojos casi desorbitados:
- Solemos hacer una pausa de 20 minutos hacia las 11 para tomar café. Nos reunimos en la sala de descanso. Si quieres luego puedo acompañarte a ella para que aprendas el camino.-
No era de extrañar que tuvieran que recordarme cada emplazamiento de la planta en la que nos encontrábamos, aquello más que una editorial parecía el laberinto del Minotauro.

Todos iban bien arreglados, tonos cálidos, rezumaban positivismo. Daban arcadas. Parecía estar sumergido en una atmósfera de aparente perfeccionismo sufrido y talento controlado, parsimonia y saber estar mezclado con aires de superioridad en caras sin mácula y cuerpos esculpidos... y escupí en mi papelera un hilillo de saliva oscurecido por el tizne de sangre que salió casi sin querer de mi labio mordisqueado para ver dentro de ese receptáculo mi imperfección marcando su territorio. Yo era yo y ningún yuppie, pijo o happyflower conseguiría contagiarme con su hipocresía desmedida.

La tarde devoró el resto del día y logré huir de toda convención y reunión forzosa de intercambio absurdo de información irrelevante. Sólo yo y mis pensamientos rebotados en el cristal que se tornaba traslúcido con la caída del sol. Y a pesar de lo que cualquiera pudiera pensar, me sentía bien, muy bien. En mi pequeño cubículo sin aislamiento pero encarado a un ventanal... me sentía fluir en el espacio. Solos yo y mis palabras, mis historias, mi entero ser siendo en el espacio tiempo de un universo que sentía se iba empequeñeciendo.

De pequeño solía pensar que el universo no tenía fin, que más allá de las galaxias, de los cúmulos de galaxias lejanos, de más cúmulos y dispersión de más galaxias, más lejos incluso que lo que se intuye es oscuridad y vacío... más allá de todo ello aún había más espacio para expandir un universo que se me antojaba infinito.
Y es que claro, con tanto avance... al final se va descubriendo más y el espacio va pareciéndote más conocido. Echas el cerco a lo infinito y lo delimitas. Lo tasas, lo ponderas e incluso te aventuras a predecir su destino.

Las 19:33 de mi primer día de trabajo. Se me echó el día encima. Quise acabar el primer capítulo de un libro que empecé a escribir y que me editaría yo mismo en la editorial entre corrección y corrección. Eludí toda propuesta de abandonar el edificio a las 18:00 proveniente de mis compañeros. Disfrutaba con lo que hacía, aunque no prolongaría más mis estancias, pues también quería disfrutar de mi tiempo libre, quizá para fantasear algo más y así evitar cualquier contacto con el resto del mundo, tan insulso, tan corriente, tan... aburrido.

Bosque nocturno, imagen de fondoswiki.com

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la historia que nos has contado en el relato que acabo de leer.

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    1. Muchas gracias, espero que los siguientes relatos sean igualmente agradables para ti y para aquel que me lea.

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